Por Oscar Fernández Herrera
Después de tantos descalabros, el duplo Disney/Marvel
Studios necesitaba un golpe de autoridad para robustecer (un poco) su ya
menospreciada autoridad en el rubro de las narraciones súper heroicas. Y el
milagro ocurrió gracias a Deadpool & Wolverine, dos antihéroes bastante notorios
por su gran singularidad.
Deadpool siempre resalta por su humor irrespetuoso y su
capacidad para romper la cuarta pared, pues integra comedia con momentos de profundidad
emocional. Wolverine, por otro lado, atrae por su brutalidad, tenacidad y
pasado trágico, que añaden multiplicidad a su personaje. Los dos ofrecen
perspectivas frescas y únicas sobre el heroísmo al mezclar elementos únicos de
sus temperamentos y habilidades.
Cuando se estrenaron los dos primeros filmes del intrépido
y malhablado Wade Wilson, o Deadpool, los cinéfilos notaron una obligada
frescura en un género cinematográfico relleno de clichés superficiales,
predecibles, redundantes, simplistas y aburridos. Con el (aparente) cierre de
la trilogía, no podemos hacer otra cosa que mostrarnos satisfechos con los
resultados.
¿Divertida? ¡Divertidísima! ¿Redentora del MCU? Para nada.
“Deadpool 3” es una película súper entretenida, llena de guiños a los cómics y
al resto de las cintas de superhéroes con sus intrepideces y bufonadas por
igual. Para los fanáticos más acérrimos, es un festín de paleas sangrientas,
chistes subidos de tono y burlas a personajes e instituciones por igual.
El recurso facilón del multiverso es, otra vez, el
protagonista de este filme lleno de villanos insípidos, brutalidad innecesaria
y humor disparatado. Pese a sus aciertos, muy en el fondo se trata de una
película más del género. Es hilarante, sí; pero también es negligente, redundante
y de deficiente en calidad, con una excesiva dependencia de chistes basados en
memes y bromas locales.
Las películas de superhéroes se tornaron en un fenómeno
comercial dominante en la industria cinematográfica debido a su capacidad para
atraer audiencias globales y generar ingresos significativos. Las franquicias
de superhéroes, lideradas por estudios como Marvel idearon estrategias de
marketing y distribución que maximizan el impacto económico. Estas películas
suelen contar con presupuestos elevados y campañas publicitarias agresivas para
asegurar una alta visibilidad en el mercado. Además, son parte de un ecosistema
comercial más amplio que incluye productos, videojuegos y contenido en
plataformas de transmisión, lo que garantiza un flujo de ingresos continuo y
capitaliza el entusiasmo de los fanáticos.
Desde una perspectiva empresarial, estos filmes están
diseñados para ser acontecimientos mundiales que atraigan a audiencias disímiles.
Las series se construyen en torno a universos cinematográficos interconectados,
lo que incentiva a los espectadores a ver varias películas para seguir la trama
completa, fomentando así una lealtad continua y repetida. Este enfoque no sólo
maximiza el retorno de la inversión a través de la taquilla, sino que también
garantiza las mercantilizaciones continuas de productos relacionados y
fortalece el control de las grandes empresas sobre el mercado del
entretenimiento.
“Deadpool 3” es una opción recomendable para pasarla bien, pero
no es liberadora ni un producto cultural de primerísimo nivel. Es una cinta que
perdurará con algo de gracia y nada más. Disfrútela en cines.
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