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sábado, 25 de enero de 2025

Emilia Pérez


 

Por Oscar Fernández Herrera

 

 

Hace unas semanas, al escuchar un podcast sobre cine, supe de “Emilia Pérez”. En él, los conductores anticipaban la tormenta que arreciaría debido a sus pretensiones y, sobre todo, al desconocimiento que el director tiene de la crudísima realidad mexicana. Una que prefirió ignorar a tal grado porque reconoció que no hubo investigación alguna para cimentar el argumento de su película.

 

El director francés Jacques Audiard, conocido por su enfoque visceral y complejo del cine, se descarriló con “Emilia Pérez”. Si bien el proyecto lucía prometedor para algunos sectores de la crítica, fracasó en muchísimos aspectos clave.

 

En primer lugar, el guion es uno de sus puntos más débiles. El intento de combinar drama y thriller parece forzado y carece de una estructura coherente. Las motivaciones de los personajes, especialmente las de la protagonista, están pobremente definidas, lo que hace que sus acciones sean difíciles de entender. Los intentos de crear giros y vueltas “sorprendentes” en la narrativa sólo provocan una tremenda desconexión entre el público (el que se anime a verla).

 

Por otra parte, la dirección de Audiard, que en el pasado demostró una notable capacidad para mezclar tensión y emoción, ahora termina aplastada por el tono tan inconsistente del largometraje. El ritmo es entrecortado y no logra darle a las escenas el peso dramático necesario, por lo que pierde fuerza en momentos que se suponen importantes. Las transiciones entre géneros son inconsecuentes y la película se siente incoherente, como si buscara una identidad que nunca encuentra.

 

Se las describo como un filme burgués que busca “romper esquemas” y ser revolucionario frente a un problema que agobia a millones de latinoamericanos. El resultado es insultante por donde se le mire. ¿Lo peor? ¡Que además nos la sueltan como un pinche musical!

 

El reparto, encabezado por Zoe Saldaña, Selena Gomez y Karla Sofía Gascón, no supera los incontables fallos de un texto digno de un churro telenovelero (de los peorcitos). Las interpretaciones, aunque pretenden ser correctas e impactantes, no transmiten profundidad. El limitado rango actoral de Saldaña es irrebatible y mejor no hablemos del lamentable acento de Gomez. Karla Sofía es quien logra hacerse notar (al menos) al principio de las acciones. Parte de esto se debe a la torpeza de la dirección.

 

Al final, no aporta nada nuevo al cine contemporáneo. En su intento por explorar temas de identidad, familia y autodescubrimiento, “Emilia Pérez” se estrella vilmente en los clichés y convenciones del cine de autor que, en lugar de ofrecer algo nuevo, se atasca en fórmulas cansadas y repetidas. La película, a pesar de sus “buenas intenciones”, se pierde en un montón de malas ejecuciones.

 

Sí, “Emilia…” no es valiente, es un desfile de sinsentidos. Como si se tratara de la peste bubónica, aléjese de ella inmediatamente.

A un centenar del natalicio de José Alfredo Jiménez


 

Por Edgar Fernández Herrera

 

“La vida no vale nada,

Comienza siempre llorando, y así,

Llorando se acaba”

 

El 19 de enero, pero hace 99 años, nacía en la ciudad de Dolores Hidalgo, en el estado de Guanajuato, el gran compositor José Alfredo Jiménez.

 

Sin temor a equivocarme, la música del “Rey de la Música Ranchera” es el soundtrack de prácticamente todo México; ha educado sentimentalmente a muchas generaciones de mexicanos, y esto ha sido posible gracias a la sencillez y belleza de sus melodías y letras, que reflejan, sobre todo, el sentimiento del amor y el desamor. Estos son los temas más recurrentes en su obra.

 

Un genio en toda la extensión de la palabra; aquí sí se puede aplicar eso de “el genio nace, no se hace”. El maestro, de orígenes humildes, no tuvo una educación, mucho menos musical. No sabía de tonalidades, no sabía escribir música, e incluso no sabía tocar ningún instrumento. Sin embargo, eso no fue impedimento para escribir y grabar más de trecientas canciones, y se cree que pudo haber escrito muchas más. Quién sabe cuántas joyas tendrá resguardadas la familia del compositor.

 

Antes de dedicarse por completo a la música, se interesó por el fútbol. De hecho, llegó a jugar en la primera división en los equipos Oviedo y Marte, en la posición de portero. En esas andanzas, conoció y se hizo gran amigo del mítico Antonio “La Tota” Carbajal.

 

El escritor mexicano Juan Villoro lo define como el poeta del pueblo, un filósofo, pero popular. Y es cierto, las creaciones de José Alfredo Jiménez conectaron con el público por tratar temas simples y directos; no recurría a metáforas ni a letras “rebuscadas”.

 

Lo impactante de José Alfredo Jiménez es que no solo fue un artista local, sino que también trascendió en muchos países. El alcance de sus composiciones es enorme. Contó con grandes intérpretes, entre los que se encuentran: Jorge Negrete, Pedro Infante, María Dolores Pradera, Lucha Villa, Plácido Domingo, Ramón Vargas, Javier Solís, Rocío Dúrcal, Vicente Fernández, Pedro Vargas, Miguel Aceves Mejía, Luis Miguel, María Jiménez, Raphael, Sin Bandera, Joaquín Sabina, Eugenia León, Bronco, Nati Mistral, María de Lourdes, Alejandro Fernández, Andrés Calamaro, Enrique Bunbury, Concha Buika y Enrique Guzmán, entre muchos otros más.

 

Canciones inmortales, como “Ella”, “El corrido del caballo blanco”, “Qué bonito amor”, “Paloma querida”, “Camino de Guanajuato”, “Serenata huasteca”, “Un mundo raro”, “Qué suerte la mía”, “Amanecí en tus brazos”, “Amarga navidad”, “No me amenaces”, “Ojalá que te vaya bonito”, “Te solté la rienda”, “Que se me acabe la vida”, “Cuando sale la luna”, “La enorme distancia” y “El rey”, son considerados casi himnos. Nada mal para un muchacho que no tuvo la oportunidad de estudiar música, pero que tenía de su lado a las musas de la inspiración que dinamitaron su arte.

 

Falleció el 23 de noviembre de 1973, a los 47 años. Sin embargo, sigue vivo en los corazones de muchos mexicanos.

 

¿Su canción más representativa? La mía, definitivamente, es “Tú y las nubes”.

Caetano Veloso 1967


 

Por Oscar Fernández Herrera

 

 

 

Por alguna extraña razón (una de esas que uno no logra explicarse pero que termina asimilando con la mayor naturalidad posible), le tengo un amor casi desmedido a Brasil. Su cultura popular, su idioma y su gente son como un anzuelo para mis sueños más románticos y suplicantes: disfrutarlo sin limitaciones. Todos los días (sí, todos los días) escucho una canción en la lengua de Fernando Pessoa o se me escapa alguna palabrilla lusa durante mis charlas cotidianas. Me resulta casi forzoso.

 

Si bien mi primer recuerdo brasilero se encuentra inmortalizado en una polaroid en la que luzco unos graciosos “manguitos” (o brazaletes de olanes) que usé cuando bailé samba a la tierna edad de seis años, este cariño verde – amarelo se lo debo a Caetano Veloso, cantante, compositor y poeta bahiano, reconocido por su innovadora fusión de géneros como la bossa nova, el tropicalismo y la música popular brasileña.

 

Furioso, desafiante, romántico, político y siempre resuelto a transformar y redefinir su entorno, Caetano es, para mí y millones de seguidores, la voz del Brasil más auténtico que hay. Su disco homónimo, publicado en 1967, es un testimonio fiel de cómo su autor fusionó la bossa, la samba y muchísimos elementos del rock psicodélico para darle vida al movimiento tropicalista, una propuesta radical que desafió las normas culturales y políticas de aquella época.

 

¡Qué arranque, señores! Lo primero que escuchamos en “Tropicália” (el primer corte) es la voz nasal y aguda de Dirceu, percusionista de Veloso, que cita al cabellero Pêro Vaz de Caminha para hablar de las tierras dignas de ser colonizadas (sonidos exóticos y estereotipados de la jungla brasileña como un fondo satírico pero punzante) y cederle el turno al guitarrista bahiano que exclama, con fuerza, “Sobre la cabeza, los aviones. Bajo mis pies, los camiones. Señala contra los altiplanos mi nariz”.

 

“Caetano Veloso” puede describirse fácilmente como un trabajo genuinamente revolucionario, uno que supo eludir la censura de la dictadura militar y columpiarse grácilmente entre un nacionalismo más puro y las ideas de izquierda que deambularon por toda Latinoamérica. Veloso guardó distancia frente a la izquierda más radical y siempre luchó en contra de los poderes fácticos (el exilio del siguiente año es resultado de sus constantes luchas).

 

Otra de las pistas más sobresalientes es “Alegria, alegria”, pues ella simbolizaría el nacimiento de Tropicália, una expresión artística que se opuso al régimen militar y a la globalización cultural. Las letras, que hablan de la Coca Cola, los amores superficiales, la guerrilla y el matrimonio, se conocieron antes durante el Festival de Discos de Televisión. Es el primer gran clásico de Caetano; su “(I Can't Get No) Satisfaction”.

 

“Soy Loco por ti, América”, cuya traducción correcta sería “Estoy Loco por ti, América”, es un alegre manifiesto que muestra cómo el orgullo del pueblo brasileño lo animó a nutrirse de aquello que sonaba en Estados Unidos (Janis Joplin, Frank Zappa, The Beatles) para fortalecerlo con rasgos netamente latinos. La canción presume ritmos de la cumbia colombiana y el mambo cubano (aunque está interpretada en español y portugués); una auténtica locura de menos de cuatro minutos. Con todo, Caetano no renuncia a lo político al cantar sobre “el hombre muerto, el hombre pueblo” … el “Che” Guevara.

 

El frenesí, encarnado en forma de frevo, llega con “Superbacana” (expresión brasileña que se usa para describir algo que es genial, increíble o fantástico) y sus cuasi chiquilladas e incompatibilidades lingüísticas.

 

“No dia em que eu vim~me embora” es un track cargado de emociones contenidas, una mezcla de emoción y ansiedad, donde la libertad se siente como una oportunidad infinita, pero la nostalgia del hogar deja un vacío profundo. Una belleza.

 

Pese a los elogios y el éxito comercial que logró el disco, Caetano no se mostró orgulloso de él; incluso lo tildó de excéntrico y confuso. Es una obra maestra, apuntaría yo sin dudarlo. Una que precedió a decenas de grandes álbumes para nuestro perpetuo deleite.

Dua Lipa – Live from The Royal Albert Hall


 

Por Oscar Fernández Herrera

 

 

Después de brillar en las pasarelas, la modelo albanobritánica Dua Lipa se lanzó rápidamente a la conquista del mundo con su música, un pop electrónico con influencias dance, disco y R&B. Después de tres exitosísimos álbumes de estudio, todos ellos acompañados de sencillos y remixes igualmente célebres, la naciente estrella nos regala ahora “Live from The Royal Albert Hall”, su primer disco en directo.

 

Pese a la superficialidad que muchos le cuelgan al pop, les aseguro que aquí escucharán a una artista (así, como debe ser) en plenitud: segura, alegre y decidida a mostrar su enorme talento. La presentación no puede ser más gloriosa debido a los elegantísimos acompañamientos orquestales que se le confeccionaron a hits como “Training Lesson”, “Houdini”, “Levitating”, “Don’t Start Now” y “These Walls”.

 

Como si se tratara de la reimaginación de un “grandes éxitos”, aunque extrañé “New Rules” y “Lost in your Light”, de su increíble debut, Dua Lipa sobresale con esa potente voz y su tono cálido y ligeramente rasposo. En esta sofisticada hazaña se hace acompañar por la Heritage Orchestra de 53 músicos bajo la dirección de Ben Foster, un coro de catorce miembros y su banda de siete músicos.

 

Si después de todo lo leído no es suficiente, el dueto con Elton John, la leyenda, debería ser una gran estocada.

Skeleton Crew


 

Por Oscar Fernández Herrera

 

¿Más series pifiadas y sobradas que sólo buscan exprimir (aún más) el ya desgastado legado de Star Wars? Parece que sí. Las últimas series de La Guerra de las Galaxias producidas por Disney+, como “El Libro de Boba Fett”, “Obi Wan Kenobi” y “Andor”, enfrentaron numerosos problemas tanto con la crítica como con el público.

 

Una de las contrariedades más notorias fue la falta de un enfoque claro y coherente para cada producción. Todas ellas se centraron en expandir el universo sin ofrecer elementos innovadores para dar lugar a la insípida nostalgia, la repetición de tramas y un desfile de personajes sin una evolución sustancial. La falta de un enfoque unificado y original causó a una desconexión con los fanáticos, que sólo buscaban historias interesantes y contenido novedoso. Todo empeoró con “The Acolyte”. Un auténtico fracaso.

 

Por otra parte, las expectativas creadas por el impacto inicial de “The Mandalorian” contrastaron enormemente con las propuestas posteriores. Ésta logró captar la atención del respetable gracias a su mezcla de aventura, desarrollo de personajes y una narrativa más sencilla y directa, lo que creó un modelo que muchos esperaban replicado en las siguientes producciones.

 

Por último, la sobreabundancia de contenidos con el sello “Star Wars” también jugó un papel negativo. Con tantas series y proyectos en producción, la saturación se hizo algo casi matemático. Los fanáticos más exigentes se sintieron abrumados por el flujo constante de nuevas historias que llegaron sin mucha notabilidad. Esto, sumado a una estrategia de marketing que en ocasiones priorizó la cantidad sobre la calidad, afectó la recepción general de estas series. En definitiva, este fenómeno de la cultura popular requirió de un equilibrio entre expansión y respeto por los cimientos que lo hicieron grande, algo que no siempre lograron con las últimas producciones.

 

Es en este accidentado panorama que llegó “Skeleton Crew: Viaje a lo Desconocido”, un último intento de la casa del ratón (así, con minúsculas) para tener algo de preeminencia en un océano de propuestas que van de lo genial a lo sosísimo. ¿Qué esperar? Nada; y déjenme decirles que esa es la mayor sorpresa de esta última fábula intergaláctica: los mayores clichés relacionados con los Jedi están desterrados del argumento principal. ¡Se trata de una aventura completamente alejada de las dunas, los batallones y tropeles con ansias de poder desmedido, y los sobadísimos mantras Skywalker!

 

Wim, Neel, Fern y KB, cuatro púberes interpretados por Ravi Cabot Conyers, Robert Timothy Smith, Ryan Kiera Armstrong y Kyriana Kratter, necesitan regresar a su natal At Attin después de activar un vehículo espacial por accidente. No se encuentran solos, pues Jod Na Nawood, Jude Law en los zapatos de un pirata frustrado, está detrás de ellos con las peores intenciones.

 

Por primera vez en mucho tiempo, tenemos un relato producido meramente para niños (y que los adultos sin complejos disfrutarán sin problemas) sin contenciones. Por ahí leí que se trata de un Goonies remasterizado y no puedo estar más de acuerdo.

 

Urbano, esperanzador y alegre (sin llegar a lo bruto o a lo simple), “Skeleton Crew” puede presumir una trama ingeniosa y fácilmente digerible para su público infantil, si bien cae en ciertas inconsistencias que sólo buscan acciones dinámicas. Vaya, que aquí los niños son niños y actúan como tal sin llegar a ser fastidiosos o inoportunos. Las risas y las emociones están garantizadas.

 

Jude Law luce como un menor, guía y salvador (aunque sus intenciones no sean del todo claras al principio de las acciones) sin quedar a la sombra de los niños, los verdaderos protagonistas. Piratas, unas cuantas deformidades cósmicas y algunos giros inesperados son suficientes para recomendarles esta serie llena de acción y lecciones sobre la amistad y el crecimiento. Neel, el pequeño paquidermo con rasgos humanoides, se robará la atención en más de una ocasión.

 

Mi única discrepancia es el abuso del androide “que salva el día” (eso sí, debo reconocer el porqué de su inclusión).

 

No lo piense mucho y disfrútela ya.

sábado, 18 de enero de 2025

Cien Años de Soledad


 

Por Oscar Fernández Herrera

 

 

 

Mis padres siempre quisieron que sus hijos leyéramos y escribiéramos desde pequeños. De esta suerte, muy pronto llegaron los primeros textos para zambullirnos en el fantástico mundo de la literatura. Versiones infantiles del quijote, la biblia y “Ocho estrellas y ocho cenzontles”, de Antonio Joaquín Robles Soler, son las primeras lecturas que, en mi caso, recuerdo con mucho cariño y aprecio. Pese a un inicio prometedor, me tropecé con “Crónica de una muerte anunciada”, del escritor colombiano Gabriel García Márquez, y todo se fue al carajo porque aquel libro me resultó incomprensible; casi soporífero. Fue todo un desafío para un niño de escasos diez o doce años.

 

Aquella mala experiencia me provocó un injustificado repudio con relación a la obra de García Márquez (como si el pobre escritor fuera el culpable de la mala elección que hice al leerlo siendo tan niño); uno que creció muchísimo más cuando, obligado por mi profesora de secundaria, intente leer “Cien años de soledad”. Le di carpetazo a mi propósito tan rápido que “juré” no tocar un libro de Gabo nunca más. Pero las cosas cambiaron… y para bien.

 

Con la edad y el continuo hábito de la lectura, me reconcilié con uno de los escritores más prolíficos y sorprendentes de Latinoamérica, si bien siempre guardé cierta distancia con relación a “Cien años…”, pues nunca superé su argumento lleno de personajes, descripciones e ires y venires. La oportunidad de entender (y abrazar) este clásico de la literatura hispana llegó de la mano de Netflix.

 

Uno de los aspectos más discutidos de la serie desde su anuncio fue si realmente era capaz de capturar la esencia del realismo mágico. El realismo mágico como movimiento literario se caracterizó por la incorporación de lo extraordinario a la vida cotidiana de una manera completamente natural para el narrador y los personajes. En este sentido, la serie cumplió a la perfección su cometido. Si bien el realismo mágico es típicamente una experiencia literaria debido a su capacidad para crear imágenes sensoriales a través de la palabra escrita, la serie tradujo con éxito estos sentimientos en imágenes visuales convincentes sin perder de vista la obra de García Márquez en un tono surrealista único.

 

Desde el primer episodio, el programa introdujo elementos sobrenaturales que no se sienten forzados en absoluto, sino que se integraron orgánicamente en la historia. La aparición de la bella Remedios, que asciende al cielo como una niña flotando en una nube, es uno de esos momentos que afianza al espectador en ese mundo desconcertante y se convierte en la norma. El relato también preservó las muertes que acecharon a la familia Buendía y el hecho de que pareció estar destinada a repetir sus errores pasados, lo que condujo a muertes que parecen ser parte del tejido del tiempo y el espacio de Macondo.

 

La serie se mantiene fiel al realismo mágico al representar los misterios no sólo a través de imágenes, sino también a través de la forma en que los personajes reaccionan ante estos eventos. Las reacciones de los personajes son cruciales, y ahí es donde la serie destaca, manteniendo cierta distancia con el personaje del universo “Cien años de soledad”. En Macondo la magia forma parte de la vida cotidiana tanto como la vida misma, y ​​esta sensación la captó con extraordinaria delicadeza.

 

Uno de los aspectos más complejos de adaptar una novela de tal alcance y carácter es decidir qué aspectos conservar y qué elementos eliminar o modificar para que la narrativa funcione en otro medio. En este sentido, la serie de Netflix logró mantenerse fiel a los personajes básicos y sus destinos, como José Arcadio Buendía, Úrsula, Aureliano y, por supuesto, a lo largo de la historia varios miembros de la familia Buendía.

 

Es imposible no mencionar el trabajo de los actores, que reflejaron con éxito la complejidad y profundidad de estos personajes, con especial énfasis en las tragedias cíclicas de la familia. El elenco es diverso y refleja fielmente el multiculturalismo que García Márquez evocó en su obra, sin perder de vista las conexiones con las tradiciones y costumbres latinoamericanas que dan vida al mundo de Macondo.

 

El guion de la serie capturó los momentos clave de la novela sin perder la riqueza de la narrativa. La adaptación no se limitó a ser una transcripción de los sucesos del libro, sino que aprovechó las libertades del medio audiovisual para darle ritmo a la historia, sin perder la magia que caracteriza a la obra literaria.

 

El verdadero protagonista de “Cien Años de Soledad” es, sin lugar a dudas, Macondo. Esta serie (dividida en dos partes) consiguió un tributo visual a este espacio mítico, pues representó a la ciudad como un lugar que parece estar suspendido en el tiempo. Las tomas panorámicas de Macondo, con sus paisajes tropicales y sus casas de colores vivos, son tan potentes como las descripciones de García Márquez. La ciudad no es solo el escenario, sino que es un personaje más, con su propio carácter y destino. La ambientación y la música juegan un papel fundamental en transmitir la atmósfera que rodea a este lugar tan único.

 

Imperdible.

La represión a los movimientos sociales en el cine


 

Por Edgar Fernández Herrera

 

A 1968

 

En la historia de la humanidad, ha existido una persecución y represión hacia aquellos que se han manifestado en contra de quienes tienen el poder, aquellos que llegaron a llevar los hilos de una nación y que se posicionaron de manera ilegal, es decir, en contra de los principios básicos de la democracia. En el caso de Latinoamérica, durante el siglo XX, varios países sufrieron golpes de estado a gobiernos legalmente establecidos, que a la postre se convirtieron en dictaduras, como ocurrió en Argentina y Chile. En el caso de México, la situación es muy especial; aunque no se tuvo una dictadura en toda la extensión de la palabra, sí existió un estado opresor que se encargó de reprimir diversos movimientos sociales que siempre trataron de buscar justicia e igualdad para el pueblo, como el de los ferrocarrileros (1958-1959) con Demetrio Vallejo a la cabeza, el Consejo Nacional de Huelga en 1968, que dirigió las actividades del paro estudiantil, y su secuela, la formación de la Liga Comunista 23 de Septiembre durante la década de los 70 y parte de los 80.

Todos estos movimientos sociales trastocaron de alguna manera a la sociedad, lo que generó la necesidad de no dejarlos en el olvido, a través del cine, teatro, música, pintura, fotografía, etc. Hoy he decidido presentar una pequeña lista de grandes películas y/o documentales que abordan el tema de la represión de estos movimientos sociales.

1.     El Grito (México, 1968). Gran documental rodado durante las acciones del CNH y los estudiantes durante la huelga estudiantil, realizado por estudiantes del CUEC bajo la dirección de Leobardo López. Durante años, fue posible verlo y conseguirlo de forma ilegal, y es el único testimonio fílmico dentro del movimiento estudiantil. Se puede ver en YouTube.

2.     La Batalla de Chile. Otro gran e icónico documental chileno (1975) de Patricio Guzmán, constituido por tres partes que relatan los eventos ocurridos en Chile durante 1972 y 1973, es decir, la llegada al poder de Salvador Allende, culminando con su asesinato y el inicio de la dictadura de Augusto Pinochet. Este estupendo documental está disponible en YouTube.

3.     La Historia Oficial (1985). Esta película relata las secuelas de la dictadura militar impuesta en Argentina en 1976. Es la historia de un profesor que decide averiguar quién es la verdadera madre de su hija adoptiva. Dirigida por Luis Puenzo en 1983, cuando aún el país sudamericano sufría el régimen militar. Por esa razón, director y actores temieron amenazas por parte del gobierno. Su valentía tuvo su recompensa: una gran película que recibió la aclamación del público y la crítica. Fue la primera película latinoamericana en ganar el Oscar en el rubro de mejor película de habla no inglesa.

El año pasado, Canal 11 estrenó una serie titulada Los Años Heridos, basada en el estupendo libro de Fritz Glockner, que narra la historia de la guerrilla en México y su persecución. Sin embargo, la trama de la serie está muy apegada al argumento de esta película argentina.

4.     Garage Olimpo. Nuevamente, otra película argentina, un drama de 1999 que narra los hechos ocurridos en los centros de detención clandestinos creados por la dictadura militar argentina, donde se torturaba a los opositores. Dirigida por Marco Bechis, quien fue un sobreviviente del terrorismo de Estado (1976-1983). La película relata la historia de la detención clandestina, tortura y muerte de María, una activista política y alfabetizadora llevada a un centro clandestino de detención conocido como Garage Olimpo, ubicado en la ciudad de Buenos Aires.

Como curiosidad, pero para nada de qué enorgullecerse, esta infame práctica de lanzar a los opositores desde un avión al mar con el propósito de desaparecerlos fue iniciada en México. Posteriormente, las dictaduras de otros países latinoamericanos replicaron esta cruel actividad.

5.     Rojo Amanecer. La gran película dramática que narra los hechos de 1968 en México, superando la censura junto a la cinta de culto y maldita (como la nombra Jorge Ayala Blanco) La Sombra del Caudillo, ambas estrenadas durante el salinismo, en una muestra de pequeña apertura. La condicionante que le pusieron a Jorge Fons para poder mostrar la película fue que nunca mencionara durante la trama ninguna participación y/o culpa del Ejército Mexicano. Esta es la primera película que habla de manera abierta sobre la matanza en la Plaza de las Tres Culturas. La historia se centra en una familia que vive en el Edificio Chihuahua durante los días 2 y 3 de octubre. Dos de los hijos de la familia son estudiantes y participantes del movimiento estudiantil. Con el paso de las horas, debido a la Operación Galeana, la vida de la familia se verá directamente involucrada en los hechos. Lo impactante de la película es que en ningún momento se ve el trajín de esa tarde del miércoles 2 de octubre de 1968; toda la historia transcurre dentro del departamento de la familia. Sin embargo, es posible sentir la tensión y el miedo que ocurría en la Plaza.

Rodada casi en secreto en una bodega al sur del entonces Distrito Federal y con el apoyo económico del actor Valentín Trujillo, fue posible la filmación de esta estupenda película mexicana de culto. Por cierto, el título fue sugerido por él mismo.

6.     Argentina, 1985. Película dramática argentina de 2022, dirigida por Santiago Mitre, que relata el caso real de la tarea del fiscal Julio César Strassera y su equipo en el célebre Juicio a las Juntas, que juzgó a los responsables del régimen de terrorismo de Estado, con miles de desaparecidos y torturados, durante la última dictadura que gobernó Argentina de 1976 a 1983.

7.     Canoa: Denuncia de un hecho vergonzoso. Un acontecimiento lamentable ocurrido un mes antes de la matanza de los estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas. Esta es una película mexicana dramática, realizada en 1976 y dirigida por Felipe Cazals. Está basada en una tragedia ocurrida el 14 de septiembre de 1968 en el poblado de San Miguel Canoa, en el estado de Puebla.

Cinco jóvenes que laboran en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla deciden aprovechar el día festivo del Día de la Independencia y optan por ir a escalar al volcán La Malinche. En el trayecto, pasan por el pueblo de Canoa, donde no son bien recibidos. El cura del pueblo (interpretado magistralmente por Enrique Lucero) arenga al pueblo a expulsarlos, alegando que, por ser “estudiantes” y comunistas, profanarían la iglesia con una bandera rojinegra, lo que provoca que los linchen.

8.     El Paciente Interno. Un documental dirigido por Alejandro Solar sobre un hecho desconocido, en el cual el Estado Mexicano mostró una vez más el poder y los medios que utilizó para evitar que se filtrara información sobre un intento de asesinato al presidente de la república. El 5 de febrero de 1970, un hombre de 28 años intentó matar a Gustavo Díaz Ordaz. Falló, pero el Estado reaccionó con saña maquiavélica y no falló en su intento de matarlo en vida. Después del atentado, Carlos Castañeda fue detenido y torturado. Sin embargo, eso no fue lo peor: una jueza lo declaró “jurídicamente incapaz” y ordenó ingresarlo en un manicomio, donde lo dejaron durante 23 años, deshecho, ignorado y enloquecido. Cuando fue liberado en 1993, ya era un hombre sin nombre, sin identidad ni historia. Vagó por las calles hasta su muerte.

Esta es solo una pequeña lista; han quedado en el tintero otros títulos que valen la pena, tanto películas como documentales, tales como: La Noche de los Lápices (Argentina, 1986), Olimpia (México, 2018), Machuca (Chile, 2004), Voces Inocentes (El Salvador, 2004), Post Mortem (Chile, 2010). De hecho, he ignorado el cine español que ha tratado el tema de la Guerra Civil, pero ese tema tendrá su propio escrito.

 

Los camarones de diamantina


 

Por Oscar Fernández Herrera

 

La homofobia es, desafortunadamente, un brutal impedimento para que la Comunidad LGBTQ+ (así, con mayúsculas) encuentre espacios seguros donde pueda arraigarse y relacionarse con categórica libertad. Ésta surge de una combinación de factores culturales, sociales, religiosos y psicológicos, donde las normas predominantes, la falta de educación, los estereotipos insultantes, el miedo a lo desconocido, la presión del grupo y las inseguridades personales contribuyen a la intolerancia y al rechazo hacia la diversidad sexual.

 

Esta forma de discriminación no sólo amenaza la seguridad física, sino que también causa profundos daños psicológicos y emocionales. Las ofensas físicas y los crímenes de odio sólo prolongan un clima de miedo y peligro, lo que obliga a algunos miembros de la comunidad a refugiarse con una sensación de fragilidad y estrés crónico. Por otra parte, la exclusión social y la segregación institucional impiden un acceso adecuado a la educación, el empleo y la atención sanitaria, lo que aumenta ciclos de marginación y desigualdad. En última instancia, la homofobia y sus manifestaciones también desgastan la cohesión social y la promoción de una sociedad justa e inclusiva para todos.

 

A pesar de esta punzante realidad, los gays hemos encontrado formas (no siempre efectivas ni tradicionales) para apoderarnos de espacios públicos, reclamar (y conquistar) derechos y alzar la voz siempre que sea necesario. Es una lucha difícil y, al parecer, continua, pero muchos trabajamos con regularidad para que eso suceda.

 

Frente a tanto desgaste y espíritu, en ocasiones necesitamos distraernos y reconocernos como una familia unida, amorosa y solidaria. “Los camarones de diamantina” (“Les crevettes pailletées”, en francés), una película dirigida por Cédric Le Gallo y Maxime Govare, es una comedia tan entretenida como conmovedora que, a pesar sus innegables etiquetas, es idónea para cualquiera que disfrute del buen cine.

 

Después de hacer un desafortunado comentario frente a las cámaras de televisión, el nadador Matthias Le Goff –interpretado por Nicolas Gob- es rápidamente tildado de homofóbico. Lo anterior ocasiona un escándalo mediático que comprometerá su lugar en el próximo campeonato mundial de natación.

 

Para limpiar su reputación y, de paso, sacudirse la presión social, Le Goff se compromete a preparar a los “Shiny Shrimps”, un modesto equipo de waterpolo, para que lleguen a los Gay Games que se celebrarán en Croacia. Los “problemas” son que el entrenamiento lo aislará de sus propios intereses y la condición amateur de los camarones.

 

Los “Shiny Shrimps” son, además de aficionados, indisciplinados, fiesteros y desobedientes. Ellos sólo buscan pasarla bien, lejos de las presiones que enfrentan los atletas de alto rendimiento. A pesar de lo anterior, en el equipo se disfruta de un buen ánimo. Son solidarios y poseen un gran espíritu que los ayudará a salir adelante, libres de odios y prejuicios absurdos.

 

Poco a poco, Le Goff encontrará la forma de inspirar a los camarones para que consigan sus primeros triunfos y, al mismo tiempo, descubrirá que no todo se trata sobre él. Por su parte, la historia nos demostrará lo importante que es la aceptación, la lealtad y el pasarla bien pese a lo que piensen los demás. Aquí encontraremos circunstancias desatinadas que nos sacarán más de una sonrisa, pues no se trata de un relato aleccionador (aunque tiene algo de eso y muchísimo más). El director, que se inspiró en sus propias experiencias, quiso regalarnos un filme hecho con el corazón, idóneo para aquellos que buscan reír y llorar al mismo tiempo.

 

Con todo y sus clichés, “Los camarones de diamantina” es una película para todo el público. Sumérjase en ella y déjese llevar por su sensiblería, inclusión y representatividad. Es una emocionante lección de vida y muerte.

 

Disponible en plataformas digitales.

Dos covers insólitos


 

Por Edgar Fernández Herrera

 

No es ninguna sorpresa que la banda británica The Beatles sea la agrupación más popular e influyente de la música del siglo XX. Y no me refiero solamente al rock, sino a toda la música. Infinitos músicos exponentes de diferentes géneros han hecho covers a las composiciones del cuarteto, con resultados diversos. Hoy me enfocaré en dos sorprendentes y hasta insólitos covers, ejecutados por dos grandes artistas mexicanos: Germán Valdés Tin Tan y Los Xochimilcas.

 

Los Xochimilcas fue una agrupación adelantada a su tiempo, un cuarteto revolucionario que dominaba el bolero, mambo, jazz, swing, cumbias, danzón y hasta rock. Iniciaron su andar en la década de los cuarenta, y para 1964, la banda publicó el álbum titulado 15 Aniversario, que contiene un cover de “She Loves You”, titulado de manera hilarante Chilorius. Modificaron totalmente la letra para hacerla un tanto más divertida, buscando únicamente entretener con la ya característica picardía mexicana, pero respetando la melodía y mostrando su propuesta irreverente. Esta versión, llena de picardía y humor, es muy disfrutable.

 

Yo me siento así, me siento muy feliz

Chirolius – Los Xochimilcas

 

Cuenta una leyenda que Ringo Starr telefoneó a México a Germán Valdés Tin Tan para invitarlo a salir en la portada del mítico Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band. Según la historia, el Pachuco de Oro rechazó la invitación y envió un árbol de la vida. Permítanme decirles que, para mí, esto es falso. Como un Beatles fan from hell (como lo llegué a ser en algún momento de mi vida), jamás he visto una entrevista en la que Ringo o cualquier otro integrante de la banda confirme esta historia. Lo que sí es cierto es que Tin Tan se acercó a la música de los de Liverpool haciendo un cover de “I Want to Hold Your Hand”, al que renombró “Quiero rascarme aquí”. Esta versión aparece en un long play titulado Tin Tan y su Carnal Marcelo, que se publicó alrededor de 1964 o 1965. Musicalmente, es similar a la versión de The Beatles, respetando la línea melódica, aunque con una interpretación un poco más lenta. Sin embargo, al igual que Los Xochimilcas, Tin Tan modificó la letra, dándole otro sentido. Aquí, no solo Germán pide tomar la mano de su enamorada de manera romántica, sino que le pide que le ayude a rascarse, una versión divertidísima.

 

Muchos fanáticos de The Beatles detestan e incluso menosprecian estas versiones. Gran error. No escribiré que son parodias de las composiciones de Lennon-McCartney; por el contrario, son dos grandes covers que realmente valen la pena escuchar, pero sobre todo disfrutar.

sábado, 11 de enero de 2025

Come Around And Love Me


 

Por Oscar Fernández Herrera

 

 

 

El soul es un género musical que combina el R&B con influencias del gospel y el jazz y se caracteriza por su profundidad emocional, su poderosa expresividad vocal y su capacidad de conectarse con temas de amor, lucha y esperanza. Nació en Estados Unidos en las décadas de 1950 y 1960, con Aretha Franklin, Otis Redding, Marvin Gaye, Sam Cooke Cooke y James Brown, quienes definieron no sólo sonidos sino movimientos de reconocimiento social y cultural.

 

Hoy en día, el soul ha sido redefinido al incorporar nuevos sonidos y estilos como el R&B contemporáneo, el hip hop y la música electrónica, y reinterpretado por artistas como Frank Ocean, Solange, Leon Bridges o Anderson Paak. Estos representantes contemporáneos no sólo preservan el legado del género, sino que también lo amplían al fusionarlo con una visión más inclusiva y moderna que continúa entregando la intensidad emocional que hace que el alma sea eterna.

 

Jalen Ngonda, un gran compositor y dueño de un poderosísimo falsete, firmó con Daptone Records, un sello discográfico independiente de funk y soul con sede en Brooklyn, para presentarnos “Come Around And Love Me”, su álbum debut, uno que resonara con mucha fuerza gracias a su voz aterciopelada y su onda setentera.

 

Con sólo 28 años, este chico ya se ha presentado (con bastante éxito) en grandes espectáculos como el Summer Stage Festival, el Newport Folk Festival y el Festival de Jazz de Montreal, sin contar presentaciones en solitario en numerosos clubes de Alemania, Reino Unido y Estados Unidos.

 

Con la asistencia de los productores y arreglistas Mike Buckley y Vincent Chiarito, Ngonda nos regala una colección de once pistas que representan la sofisticación de Motown, un sonido caracterizado por su mezcla de soul, pop y rhythm and blues. Es conocido por su producción pulida, arreglos sofisticados, líneas de bajo prominentes, y coros pegajosos. Es lo que nos ofrece Jalen con auténticos toques de frescura y modernidad.

 

El plato es una suerte de soul nostálgico y juvenil, con maravillas como “If you don’t want my love”, “Come around and love me” (que recuerda al clásico sonido de Filadelfia y al himno “What’s going on”, de Gaye), “That’s all i wanted from you”, “So glad I found you” (con puntuales referencias al sonido de Gene Chandler), y “What a difference she made” (influenciada por Curtis Mayfield y The Impressions).

 

“Come around and love me” es un álbum con tanta emoción, fuerza, intimidad y talento que resulta muy difícil señalar algún punto bajo. Se trata de un trabajo atemporal, con diferentes matices de ensueño.

 

¿Cómo definir la propuesta de Jalen Ngonda? El mismo declaro: “Me encanta la música del siglo XX, la escucho todo el tiempo, pero estoy en este mundo y en el siglo XXI… a un extraño, describiría mi música como soul moderno y R&B, mientras trato de encajar a los Beach Boys y a los Beatles en algún lugar intermedio”.

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