Por Oscar Fernández Herrera
Frank Zappa fue un compositor, guitarrista y productor
estadounidense cuya obra desafía cualquier clasificación. Tremendamente activo
desde mediados de los sesenta hasta su muerte en 1993, Zappa se distinguió por
su prolífica producción —más de 60 álbumes en vida— y por su estilo irreverente
que fusionó rock, jazz, música clásica contemporánea, doo wop y sátira social.
Formado por cuenta propia e independiente, Zappa no solo
fue un innovador musical, sino también un crítico mordaz de la política, los
medios y la censura, hasta consolidarse como un referente de la libertad
artística y el pensamiento crítico.
Escuché a este titán de la música gracias a mi hermano,
quien compró “Strictly Commercial”, una colección que introducía al público más
neófito a su grandioso mundo, con todos los desafíos que eso implicó. Confieso
que, en aquel momento, fue muy difícil elegir mis canciones favoritas, aunque
estoy seguro de que el sencillo “Joe’s Garage” estaba entre las elegidas.
El álbum, dividido en tres actos repartidos originalmente
en igual número de discos, llegó tarde a mi colección porque no era fácil
obtener todo el material disponible en las tiendas de discos. Pero, al final,
llegó porque mi hermano lo adquirió antes que yo.
Personal y directo, algo bastante inusual en la enormísima
discografía zappiana, “Joe’s Garage” es una suerte de ópera rock con todos los
elementos posibles: maestría musical de altísimo nivel, burla social, humor pop
sardónico, canciones complejas, mezcla de estilos, letras sin filtro y un humor
bastante torcido. Con todo, es un gran álbum para quienes no lo conocen y
deseen sorprenderse a lo grande.
Lanzado en 1979, un año súper fructífero porque durante
este periodo Zappa publicó siete discos, “Joe’s Garage” sobresale gracias a su
minuciosa producción y al uso del xenochrony, una técnica musical inventada y
popularizada por Frank Zappa, en la que se toma una grabación hecha en un
momento y contexto musical determinado, y se inserta en una pieza completamente
diferente, con una métrica, tonalidad o tempo distintos.
“Joe’s Garage”, narrado y guiado por el “escrutador
central”, nos relata lo que puede ocurrir si se elige una carrera musical. Joe,
el protagonista, se presenta cuando acude a un garaje para tocar e improvisar
con sus amigos. Mientras el disco avanza, Joe y su banda consiguen su primer
contrato discográfico y, con él, llegan las giras y las groupies, situación
inmortalizada en la sardónica “Catholic Girls”.
Mary, la inocente chica católica, narra entonces su funesta
transformación en “Crew Slut” para liberarse posteriormente en “Wet T - Shirt
Nite”, tan indecorosa, como gloriosa. Zappa en la cúspide de su creatividad.
“On The Bus” es una discreta, pero enérgica transición para el siguiente arco.
Con el infame título de “Why Does It Hurt When I Pee?”,
Zappa nos regala un rock juvenil a propósito. “Lucille Has Messed My Mind Up”
es una de mis rolas preferidas. Quizá porque es una balada ligera y
enternecedora. “A Token Of My Extreme” inicia el segundo acto, uno que nos
presentará “La Primera Iglesia de Appliantology”, con su clara referencia a la
cienciología.
Después de un acto tan alucinante, “Joe’s Garage” pierde
mucha de su fuerza debido a los diálogos del escrutador y la risible trama que
marcha sin detenerse. Después de una reprogramación mental, Joe se comunica
ahora hasta en alemán (“Stick It Out” registra, con gran surrealismo, el
momento), lo que lo lleva a un club donde los electrodomésticos bailan con
absoluta libertad. Joe se enamorará de “Sy Borg” para abandonarlo al final.
Después de dañar a Sy Borg, nuestro protagonista pisará la
cárcel para reparar los deterioros de su amante electrónico. “Dong Work For
Yuda” y “Keep It Greasy” refieren lo sucedido con humor, sintetizadores y
algunas guitarras.
Tantos estragos le producen una enfermedad mental a Joe. “He
Used To Cut The Grass” y “Packard Goose”, mayormente instrumentales, contienen
solos de guitarra muy atractivos, pero “Watermelon In Easter Hay” nos regala
uno de los solos de guitarra más impresionantes de toda la discografía zappiana
(y miren que con más de cien discos editados hay para escoger a gusto).
“A Little Green Rosetta”, el grand finale, causó muchísimas discordias debido a lo absurda que
es. Personalmente me encanta porque siempre me pone de buen humor. Es la única
canción en “Joe’s Garage” donde todos los miembros de la banda cantan en el
coro final. También hace referencia al baterista Steve Gadd, conocido por ser
uno de los más cotizados en la industria musical en ese momento. Por otra parte,
Zappa cita la canción “Rang Tang Ding Dong (I Am the Japanese Sandman)”, de The
Cellos, una pieza de doo wop de 1957, en la letra.
“Joe’s Garage” no solo es una ópera rock delirante: es un
manifiesto artístico sobre la represión, la identidad, la libertad de expresión
y los excesos de la industria musical. Con un entramado técnico formidable,
Zappa construyó un universo donde lo escatológico y lo sublime coincidieron sin
pedir disculpas. El álbum fue un retrato ácido de los americanos y sus miedos,
su hipocresía sexual, su religión hecha mercancía y su odio por lo distinto.
Todo esto narrado con humor corrosivo, teatralidad desbordada y una destreza
musical que desafió etiquetas. Es, sin duda, una de las obras más ambiciosas y
reveladoras de la discografía de Frank Zappa —y quizás, de toda la música
popular del siglo XX.