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sábado, 22 de febrero de 2025

Sueña Lindo, Macario


 

Por Oscar Fernández Herrera

 

 

 

Cuando escuché ‘Sueña Lindo, Corazón’, experimenté un sentimiento casi indescriptible, como si se tratara de una rara combinación de cosas bonitas y tristes. ‘Dos minutos de un pedacito de cielo’, escribí en mis redes sociales mientras disfrutaba de aquella canción por enésima vez. Una clara señal de impotencia emocional que no suelo “presumir” en público.

 

Y es que el fenómeno que esta canción ha desatado en las redes sociales durante las últimas semanas es tan asombroso como enternecedor. Macario Martínez, el talentoso responsable de esta contagiosa viralización en TikTok, es un humilde barrendero de tan solo veintitrés años.

 

Macario descubrió su amor por la música cuando su madre lo inscribió para que tomara clases de guitarra a la tierna edad de ocho años. Con el tiempo, decidió que era momento de trabajar para capitalizar su huapango rock, un estilo que fusiona el folk con la música tradicional mexicana. Así fue como comenzó su maravillosa historia como artista en el sentido más amplio de la palabra.

 

Con la frase ‘la vida me pide mucho y yo nomás soy un barrendero que quiere que escuches su música’, el clip de presentación de Macario atrapó la atención de miles de usuarios de TikTok, quienes lo propagaron rápidamente con el correr de los días.

 

Pronto llegaron los elogios y las menciones de la prensa de espectáculos nacional, que destacaron las capacidades artísticas y el modesto origen del músico capitalino. Su autenticidad y sensibilidad han conquistado a aquellos que han tenido la fortuna de escucharlo en plataformas como Spotify, donde ya ha superado las cuarenta mil reproducciones.

 

Pese a que “Sueña Lindo, Corazón” no es su primer éxito (“Adiós”, “Si No Te Puedo Ver” y “Lagunas Brillantes” son bastante comerciales y recomendables), sí es la canción que ha catapultado a Macario Martínez al estrellato bien merecido, pues lo merece con creces.

 

Con todo, este increíble cuento de hadas podría no serlo debido a una cuidadosa estrategia de marketing que algunas plumas críticas ya han insinuado. No importa, pues las capacidades de Macario están más que demostradas.

 

Dese la oportunidad de escucharlo y le aseguro, queridísimo lector, que se sorprenderá gratamente.

The Age Of Pleasure


 

Por Oscar Fernández Herrera

 

 

 

Janelle Monáe es una de las artistas más innovadoras de la música contemporánea, pues fusiona géneros como el funk, el R&B y la electrónica con una estética visual futurista y conceptual. Su estilo trasciende la música, explora temas de identidad, género y libertad, y desafía las normas de la industria a través de imágenes de alta costura y narraciones visuales audaces. Lo que realmente la define es su capacidad para escribir canciones accesibles, pero profundamente subversivas que conectan emocional e intelectualmente con su público.

 

“The Age Of Pleasure”, su último álbum, es una gratísima sorpresa porque abandona los ritmos electrónicos para abrazar una fusión de jazz, reggae y afrobeats altamente contagiosos. Un tour de force lleno de erotismo y una sinuosidad con tintes setenteros. Janelle se escucha completamente libre, espontánea y muy decidida a regalarnos este brevísimo repertorio de fantasías y sueños húmedos.

 

Lleno de interludios y giros realmente asombrosos, este discazo nos habla de los encuentros fortuitos, el poliamor y la satisfacción carnal en una forma ajustada y directa. Es limpio y elegante al mismo tiempo, con un claro propósito: el reconocimiento mutuo.

 

Una fascinante y sugerente colección de catorce pistas que todos pueden gozar sin la necesidad de la etiqueta queer, pero no debe dejarse de lado que esa alegría que supura “The Age Of Pleasure” se opone al racismo y a la homofobia con ferocidad.

 

Con una discografía, éste bien podría ser el mejor álbum de Janelle Monáe, aunque a muchos fanáticos les podría incomodar porque, de alguna manera, rompe con “The ArchAndroid”, “The Electric Lady” y “Dirty Computer”.

 

Los invitados a esta fiesta son de primerísimo nivel: Grace Jones, Doechii, Seun Kuti & Egypt 80’, Nia Long & Amaarae, y Sister Nancy.

 

Imposible destacar una pista porque “The Age Of Pleasure” debe escucharse completito para disfrutarse. Pese a lo anterior, “Lipstick Lover”, “Only Have Eyes 42”, “A Dry Red”, “Water Slide” y “Float” son mis favoritas.

Capitán América 4


 

Por Oscar Fernández Herrera

 

 

 

En un afán por llenar las salas de cine con éxitos de taquilla, las películas de superhéroes terminaron convirtiéndose en una fórmula hueca, homogénea y desprovista de la capacidad de dejar una huella cultural significativa. En lugar de ofrecer algo innovador o fomentar una reflexión profunda, este género cinematográfico parece estar atrapado en una espiral de repeticiones, con las mismas historias de origen, batallas “épicas” y villanos predecibles reconfigurados con giros ligeramente diferentes, pero sin aportar más sustancia.

 

En última instancia, estos largometrajes resultaron ser un producto más de una industria que prefiere la seguridad a la asunción de riesgos, una fórmula para aplausos y resultados instantáneos en lugar de arriesgar algo que realmente cambie la historia del cine… ¿Me escuchas, ratón codicioso y traidor?

 

La saturación de producciones basadas en cómics ya alcanzó niveles insostenibles, y con ello, la calidad fue reemplazada por la cantidad. Cada año, el mercado se inunda con una avalancha de títulos que, aunque logran cifras abrumadoras en taquilla, pierden rápidamente su impacto cultural. El público, ante tanta oferta, se ve obligado a consumir productos cada vez más similares, perdiendo el valor de la originalidad y la emoción genuina.

 

Por otra parte, la constante necesidad de “expandir universos” y “construir franquicias” dio paso a una narrativa fragmentada que, al final, le restó muchísima fuerza a cada historia individual porque las sumió en una maraña de referencias y conexiones que terminaron por desvirtuar su propósito original. El cine, en su forma más pura, debió ser un arte que desafía, que provoca, y no simplemente una máquina de entretenimiento que se consume y se olvida en cuestión de días o semanas.

 

“Capitán América: Un nuevo mundo” es, en pocas palabras, una fétida cinta más que no aporta nada, absolutamente nada, al género pese a que se presenta como thriller político lleno de intriga y acción a montones. El guion, el diseño de producción y la fotografía carecen de chispa y pobremente cubren la cuota para lograr un “satisfactorio” porque, al final, sí es entretenida.

 

Con un final anticlimático, el gran problema de esta cuarta entrega del centinela americano es, ¡otra vez!, el villano fútil y simplón que Disney/Marvel parecen adorar.

 

¿Lo mejor? La dupla Anthony Mackie - Harrison Ford. Palomera y nada más.

 

 

sábado, 15 de febrero de 2025

Mix Up, Zona Rosa


 

Por Oscar Fernández Herrera

Para Edgar Fernández Herrera, mi hermano, el melómano más grande que conozco…

 

 

 

Cuando ingresé al glorioso CCH Naucalpan, descubrí que un mundo repleto de experiencias -listas para disfrutarse y padecerse- me aguadaba impaciente. Pese a que fui educado en el seno de una familia que apreciaba la música y la radio hablada, mis gustos musicales eran “paupérrimos” (que no malos). Fue gracias a un amigo que conocí un Mix Up en Plaza Universidad.

 

Fue en ese momento cuando comencé a apreciar la música de una forma casi prodigiosa y voraz, pues con cada visita compraba más y más discos para saturar mis oídos. No importaban los pendientes ni las salidas con los amigos. Para mí, todo se resumía en escuchar tanto como fuera posible. Mix Up Zona Rosa, en la Colonia Juárez, fue un refugio, un lugar donde mi melomanía creció y se alimentó de canciones y artistas increíbles. Les comento que mi primera visita fue en 1995, y desde entonces no paré hasta que, después de tres décadas de adquisiciones, fisgoneos y charlas con amigos, me enteré de que no podré comprar allí una vez más debido a su inminente cierre.

 

Son tantos los álbumes que compré allí que me resulta un poco complicado enlistarlos todos. Sin embargo, puedo asegurarles que en Mix Up Zona Rosa adquirí gran parte del escaso material físico de Prince que aún se encontraba disponible en estas tierras (en aquellos años, el geniecillo púrpura se encontraba en medio de una disputa legal con Warner, su sello discográfico, lo que hacía que sus discos escasearan a horrores). También puedo certificarles que allí fue donde compré los únicos CDs que tengo del maestro Caetano Veloso.

 

Fue en aquel Mix Up donde descubrí a Björk, cuando lanzó “Homogenic”, en 1997. Mis apreciadísimas ediciones Ryko de Zappa y Bowie las compré allí (o, al menos, la mayoría, porque también solía frecuentar Tower Records… que cerró años antes). ¿Los álbumes de world music que están en la repisa de mi habitación? Sí, son de Mix Up Zona Rosa. La fiebre italiana que experimenté cuando estudiaba en la FES seguramente encontró su remedio en aquel lugar al que, según recuerdo, acudían tantos como yo.

 

Pero no siempre iba a comprar, porque en muchas ocasiones solo iba a pasar el rato, a encontrarme con algún amigo (como Roberto) o con mi hermano, o a distraerme de los problemas laborales tan cotidianos como simples. El pretexto era mínimo; la gracia era ir y ya.

 

Las cosas cambiaron con la edad. Dejé de consumir música en formato físico para abrirle las puertas a la digitalización. Quizá por cuestiones de espacio, quizá por razones económicas (comprar una canción del álbum resultaba más práctico y económico que obligarme a adquirir uno completo en físico que, honestamente, no lo valía). Fue así que cesaron mis escapadas al Mix Up Zona Rosa.

 

Es indudable que las tiendas físicas de discos están desapareciendo. Lo que alguna vez fue un espacio lleno de emoción y descubrimiento, resultó ser una rareza en muchas ciudades. Si se analizan las razones detrás de esta tristísima pérdida, surgen algunas causas que se entrelazan: desde el desinterés de los consumidores hasta la supremacía del streaming. Es interesante prestar atención a lo que sucede.

 

Hoy en día, la música está al alcance de un clic. Plataformas como Spotify, Apple Music o YouTube “revolucionaron” por completo la forma en que la consumimos. No es necesario ir a una tienda y comprar un CD o un vinilo para escuchar lo que nos gusta. Todo está disponible de inmediato y a un precio muy accesible. La gente ahora busca la comodidad, y la experiencia de tener un disco físico ya no parece tan atractiva (¿no se los dije un poco antes?).

 

El modelo tradicional de "comprar para coleccionar" disminuyó. En lugar de ver el disco como un objeto valioso, la música se transformó un bien de consumo rápido. Se escucha una canción, se pasa a la siguiente, y así sin mucho pensamiento. Y en este sentido, las tiendas de discos ya no ofrecen una ventaja competitiva frente al acceso casi ilimitado que ofrecen los servicios digitales.

 

La industria también cambió. En lugar de álbumes completos que cuentan una historia o tienen un concepto detrás, ahora todo gira en torno a los sencillos. El público ya no se toma el tiempo para escuchar un disco entero de principio a fin. Se consume de forma casi impetuosa y se olvida con igual rapidez. Eso, estimados lectores, tiene que ver con cómo se produce ahora la música, más pensada para las playlists que para una experiencia profunda.

 

Las tiendas físicas, que antes ofrecían álbumes pensados como obras de arte, no pueden competir con la prontitud con la que se liquidan los sencillos y el hecho de que nadie parece estar buscando un “disco completo” hoy en día. En consecuencia, la demanda de estos productos en las tiendas se desplomó.

 

Las portadas eran mucho más que una simple imagen. Eran una parte fundamental de la experiencia. Descubrirlas, tocarlas, observar los detalles, todo eso formaba parte de la conexión musical. Pero en el mundo digital, ese valor se ha perdido. Las portadas se ven ahora como pequeños iconos en las pantallas de los teléfonos o las aplicaciones. No hay la misma relación emocional con ellas.

 

El arte que solía acompañar a los CDs o vinilos ya no tiene el mismo peso. La gente ya no las observa con la misma atención, porque la música ya no se consume de la misma manera. La desaparición de este aspecto visual en la experiencia es otro de los factores que afectó a Mix Up y establecimientos similares, que dependían de la conexión entre lo físico y lo artístico.

 

El streaming es el gran competidor, y no parece que se pueda hacer mucho para ganarle. Por una tarifa mensual, puedes escuchar millones de canciones, descubrir nuevos artistas sin tener que gastar un solo centavo en un CD. Esta comodidad desplazó por completo la experiencia de ir a una tienda física a comprar música. Las tiendas ya no tienen la posibilidad de ofrecer algo tan conveniente, tan accesible, tan inmediato.

 

Por otra parte, el valor de tener un álbum físico cayó drásticamente frente a la opción de tener acceso ilimitado a cualquier canción, en cualquier momento y en cualquier lugar. Las tiendas físicas, a pesar de su historia y su valor cultural, simplemente no pueden competir con eso.

 

Los comercios tampoco supieron cómo adaptarse a estos cambios. Si bien algunos intentaron renovarse ofreciendo vinilos o incluso actos especiales, muchas veces estas iniciativas no fueron suficientes.

 

Sí, el vinilo ha tenido un pequeño resurgimiento, eso no ha sido suficiente para solucionar el problema. El mercado físico no supo cómo reinventarse de forma exitosa porque no bastaba con vender vinilos o tener un pequeño rincón para conciertos en vivo; había que ofrecer algo más, algo que conectara con la forma de consumir música hoy en día. Pero muchas tiendas no dieron con el punto.

 

El cierre de Mix Up Zona Rosa es un reflejo de cómo ha cambiado nuestra relación con la música y con el consumo cultural en general. El streaming, la inmediatez del acceso digital y la contradictoria evolución de la industria musical han sido factores determinantes en este proceso. No pudieron adaptarse a tiempo, y a pesar de sus esfuerzos por mantenerse relevantes, su modelo de negocio parece haber quedado atrás. Aunque es cierto que algunos sectores siguen disfrutando del vinilo y de la experiencia física, la mayoría de los consumidores ya no ven el valor de una tienda de discos como lo hacían antes.

 

Te echaré de menos, queridísimo Mix Up…

Un Completo Desconocido


 

Por Edgar Fernández Herrera

 

 

El sábado me lancé al cine a ver "A Complete Unknown", la biopic de Bob Dylan, dirigida por James Mangold y protagonizada por Timothée Chalamet.

 

Aclaremos algo, lo cual agradezco mucho: la película no es la clásica biopic tradicional, ya saben, esa que nos cuenta dónde nació, sus influencias y, sobre todo, lo retrata como un santo. Dylan es un genio, un artista soberbio en toda la extensión de la palabra, pero jamás ha sido una persona simpática o amable. Y en la película, lejos de tratar esos temas, se acerca más a un estudio del personaje, lo que la hace mucho más interesante.

 

El filme abarca probablemente los años más emocionantes y hasta tumultuosos de Dylan: su llegada y conquista de Nueva York, el convertirse en el vocero de una generación y ser el trovador por excelencia, hasta su transformación en el dandy del rock, cuando Dylan se olvida de su guitarra acústica y toma una eléctrica. Otro añadido en la película es la difícil relación de Dylan con sus colegas de profesión e, incluso, con las mujeres que lo acompañaron en ese tiempo.

 

Chalamet hace una gran interpretación de Dylan, pero en general me gustaron todas las actuaciones. Aparte del protagonista, destacaría a Edward Norton, interpretando a Pete Seeger, y a Mónica Barbaro en su papel de Joan Baez; se ve preciosa y canta de manera hermosa.

 

La cinta está basada en la novela de Elijah Wald "Dylan Goes Electric!".

 

Independientemente de si te gusta o no, o si incluso no conoces la obra de Dylan, no importa en lo absoluto. Como decía líneas atrás, la película es casi un estudio del artista que no se conforma con los aplausos y los reconocimientos. Dylan tiene la intención de provocar un cambio y revolucionar el arte y la sociedad en general, y vaya que lo logró. No se durmió en sus laureles; hizo mucho más. No en balde, el mismísimo George Harrison, en 1988, para la revista Guitar, mencionó: "Dylan fue quien se comió el pastel en los sesentas."

 

Como cualquier biopic de cualquier artista, se permiten ciertas licencias que muchas veces son falsas y/o exageradas. No quiero parecer el Fan from Hell de Bob Dylan, pero en la escena final, durante su polémica actuación de Dylan en el Festival de Newport en 1965, dentro de los abucheos al artista por haberse presentado en un formato eléctrico, algo prohibido en dicho festival, se muestra a una mujer gritándole "Judas". Vamos a hacer una corrección y que quede como curiosidad: el famoso grito lo lanzó una persona llamada Keith Butler. La legendaria confrontación de Dylan con este seguidor ocurrió en el Free Trade Hall de Mánchester, el 17 de marzo de 1966. Tras el grito, Dylan respondió al público diciendo: “I don't believe you, you are a liar” (en español: “No te creo, eres un mentiroso”), y gritó fuera de micrófono a la banda: “Play it fucking loud” (en español: “Toquen jodidamente alto”), y es así como interpretan la última canción del concierto: “Like a Rolling Stone”.

 

Gran película, recomendable para ir al cine.

Deadpool y Wolverine


 

Por Edgar Fernández Herrera

 

 

Por fin, después de tanto tiempo, se me hizo ver Deadpool 3 o, como popularmente se le conoce, “Deadpool y Wolverine” … No es mala, es malísima; hasta me provocó diarrea cerebral.

 

In From The Side


 

Por Oscar Fernández Herrera

 

 

Fatalmente ignorantes o despreciablemente conscientes; la infidelidad es un hecho que nos lastima a todos. Con ella no hay ganadores. Al final, la verdad caerá, puntual, para mostrarse tal como es: sin ataduras ni simulaciones.

 

Me topé accidentalmente con “In From The Side” (“A Su Lado”) y no contradeciré su hechura; de hecho, es un filme espléndidamente realizado, con todos los claroscuros que ocurren en un adúltero romance gay.

 

Mark y Warren -interpretados por Alexander Lincoln y Alexander King- son jugadores de un modesto club de rugby que, después de un intercambio de miradas y beber algunos tragos, mantendrán un encuentro fortuito en uno de los baños del bar donde ellos, y el resto del equipo, festejaban el primer desafío de la temporada. Más tarde, el deseo los encaminará al departamento de Mark para fornicar hasta el amanecer.

 

De golpe, nuestros protagonistas cederán a sus pasiones para entablar una silenciosa relación porque, desafortunadamente, ambos tienen a una pareja que desconoce lo que está sucediendo entre ellos.

 

En “A Su Lado” los sentimientos se retratan con gran realismo, con los desperfectos y estancamientos que, por supuesto, resultarán en ese amor clandestino; esos que seguramente hemos padecido cuando una relación amorosa ya no da para más. Las escenas que se desarrollan en el campo de rugby son un plus, ya que añaden una sensación de disfuncionalidad que fortalece aún más el melodrama que enfrentan nuestros protagonistas. Los South London Stags, un equipo que lucha por un lugar prominente en la liga, son más que un simple escenario para contarnos esta trágica historia.

 

Una de las cosas que más disfruté de esta película es la falta de los horribles clichés homosexuales relacionados con el juego físico. Aquí atestiguamos el carácter y la resolución de un grupo de deportistas abiertamente gays para destacarse y triunfar en su confederación. No encontramos al arquetipo de un hombre enclenque, femenino y torpe para el deporte que tanto nos pregona el cine mexicano.

 

Quizá le falta más profundidad a este tema de las traiciones y la lealtad, por lo que “In From The Side” se alarga un poco porque, al mismo tiempo, las relaciones con los enamorados “oficiales” y los otros compañeros de equipo (como Henry, el amigo alcohólico de Mark, y el socarrón Pinky) pasan a segundo plano en los momentos de mayor angustia e incertidumbre. Demandaban un mejor desarrollo dentro de la narración.

 

La calidez entre los personajes tampoco es categórica a pesar de su necesidad mutua. Las razones que nos da Matt Carter, director y guionista, resultan insuficientes para que terminemos de simpatizar con ese amorío repleto, eso sí, de circunstancias eróticas.

 

Un relato de besos robados y encuentros ilícitos que bien pudo tener un mayor impacto debido a su naturaleza. Recomendable pese a sus tropiezos.

sábado, 8 de febrero de 2025

Marianne Faithfull

Por Edgar Fernández Herrera

 

 

Este 2025 empezó con todo en el rubro de tristes despedidas. El 30 de enero falleció la actriz y cantante Marianne Faithfull. Mucha gente la ha degradado a una simple groupie; es cierto que fue la pareja sentimental de Mick Jagger durante un tiempo, pero para mí fue la musa de grandes canciones del binomio Jagger-Richards, actriz y cantante por méritos propios y, sobre todo, un ícono de la moda.

 

Descubierta por el entonces manager de los Stones, Andrew Loog Oldham, en 1964, la hizo grabar “As Tears Go By”, una de las primeras canciones que Mick Jagger y Keith Richards escribieron. Vaya manera de debutar. Después de esto vino una serie de sencillos exitosos y una relación complicada y tormentosa con el frontman de The Rolling Stones, casi siempre marcada por los excesos y las drogas.

 

Fue el infierno que sufrió la actriz durante su vida, particularmente en los 70, después de la separación de Jagger. Tuvo algunos trabajos en el cine y fue hasta 1979 que publicó el gran álbum “Broken English”. A pesar de que su voz sufrió los estragos de sus adicciones, Faithfull conquistó las listas.

 

Fue la gran musa de los Stones y particularmente de Jagger. Sin ella, no habrían existido canciones como “Sympathy for the Devil”. Ella fue quien le regaló el libro *El maestro y Margarita, de Mikhail Bulgakov, a Mick Jagger, y de ahí se inspiró para escribir este gran tema. En la hermosa “Wild Horses”, en el coro dice: “Wild horses could not drag me away...”. Esta frase está atribuida a Marianne, quien, después de despertar de un coma por una sobredosis, fue lo primero que dijo al recuperar la consciencia. “Sister Morphine” es una colaboración de ella con los Stones, y, por cierto, hubo una disputa legal sobre el tema de coautoría, la cual se resolvió a su favor. Pero no todo fue drogas; también inspiró la bellísima “She’s a Rainbow”.

 

Pero la señorita Marianne Faithfull destacó en otro rubro, lo cual creo que ha sido soslayado por la gran mayoría de la gente: fue todo un icono de los 60 que llevó todas las tendencias que ahora triunfan. La cantante y actriz británica fue considerada la musa del swinging London, junto con Pattie Boyd (modelo y esposa de George Harrison). Su novedoso estilo y su espíritu libre fueron parte de su sello, y para muestra un botón: vean la foto que acompaña a este escrito, Faithfull en 1967, saliendo de los juzgados de una manera más que glamurosa. Sus gafas, la camisa con chorreras y ese blazer oscuro la hacen ver magistral.

 

Descanse en paz la bella y gran Marianne Faithfull.

 


A cien años del Acorazado de Potemkin


 

Por Edgar Fernández Herrera

 

 

Este 2025 se cumplen cien años de una de las joyas de la cinematografía mundial, dirigida por el cineasta ruso Serguéi M. Eisenstein: “El acorazado Potemkin”.

 

Basada en hechos reales ocurridos en 1905, la película narra cómo el poderoso trasatlántico militar, “El acorazado Potemkin”, regresa después de haber demostrado su letalidad en la guerra entre Rusia y Japón. Su tripulación, harta de los malos tratos y la escasa comida, está al borde del motín. Sin embargo, una mañana aparentemente tranquila les sirven carne en mal estado, lo que provoca la rebelión de los marineros. Este motín da inicio a la revolución en Odesa y se extiende por todo el territorio ruso, desafiando tanto a las tropas como a la monarquía zarista. Es un preludio de lo que sucedería doce años después con el inicio de la Revolución Rusa.

 

La película está dividida en cinco actos: “Hombres y gusanos”, “Drama en la cubierta”, “El muerto clama”, “Las escalinatas de Odesa” (quizás la escena más impresionante e icónica en la historia del cine, que sigue siendo objeto de estudio y análisis en la actualidad) y “Encuentro con la escuadra”.

 

Solicitada por el PCUS (el cine ruso, en ese entonces soviético, había sido nacionalizado por Lenin), “El Acorazado Potemkin” es una película netamente propagandística que idealiza los principios de la Revolución Bolchevique. Debido a esto, en muchos países fue rechazada por el miedo al comunismo y los ideales "rojos".

 

Serguéi Mijáilovich Eisenstein, nombre completo del cineasta, tenía ideales comunistas, pero no era completamente del agrado del aparato soviético. Se dice que Stalin le toleraba todo porque siempre consideró el cine como un medio de propaganda, además de ser un gran cinéfilo.

 

Por eso, en el centenario de “El acorazado Potemkin”, vale la pena revisitarla o conocerla, pues es una película única y determinante en el desarrollo del séptimo arte. Se puede ver en buena calidad y con subtítulos en español en YouTube.

Força Bruta


 

Por Oscar Fernández Herrera

 

 

 

Jorge Ben Jor, originario de Río de Janeiro, es un reconocidísimo intérprete, compositor y guitarrista brasileño, cuya carrera despegó en la década de los sesenta. Su estilo fusionó samba, bossa nova, jazz y funk para revolucionar la música popular brasileña con su singular propuesta sonora.

 

Reconocido por su voz única y su maestría en la guitarra, Ben Jor transformó la MPB con su energía rítmica y su innovación melódica. Su estilo característico, marcado por la mezcla de ritmos afrobrasileños y su inconfundible improvisación, lo consolidó como una de las figuras más importantes de la música brasilera, con un legado que permanece inmutable.

 

“Força Bruta”, firmado por Ben y el Trío Mocotó, es un auténtico clásico dentro del enorme catálogo del artista carioca. Con este decálogo de himnos electrizantes, llenos de guiños al funk estadounidense sin comprometer la identidad de lo brasileño, él se despidió de los trémulos años sesenta. Su voz gorjeante retumba en temazos como “Oba, lá vem ela”, “Mulher Brasileira”, “Domenica Domingava Num Domingo Linda Toda De Branco”, “Força Bruta” y “O Telefone Tocou Novamente”, aunque el resto de las canciones es oro puro.

 

Con un marcado protagonismo de la guitarra, no puedo omitir la labor del Trio Mocotó (una agrupación con sus propios éxitos) para darle un toque folclórico y elegante al disco. A pesar de la aparente sencillez de la instrumentación, en ésta encontramos muchísimos detalles que se conciertan con las voces de forma espectacular.

 

Contrario al pop insípido de la Jovem Guarda y de feroces críticos como Caetano Veloso, Chico Buarque y Gilberto Gil, Jorge Ben Jor supo mantenerse apolítico y fiel a su estilo libre, transformador y tremendamente gozoso. Esta postura le permitió grabar y experimentar en el estudio con total autonomía (aunque su álbum homónimo de 1969 sí se encuentra circundado por las ideas tropicalistas de sus contemporáneos).

 

Junto al trio parió lo que se conoció como samba rock. El resultado, “Força Bruta”, es un miramiento sincero a la música de su nación, sin rimbombancias ni fastuosidades tropicalistas.

 

Un trabajo esencial para cualquier amante de la samba, el world music o de la buena música en general.

La ocasión en que la Biblia sonó a Rock And Roll


 

Por Edgar Fernández Herrera

 

Aclaremos algo: más que sonar a rock and roll, en realidad fue folk rock, y los culpables fueron esa maravillosa banda norteamericana llamada The Byrds.

 

Aunque es un cover, la canción original es de Pete Seeger, un músico de folk estadounidense (el folk sería lo equivalente en Latinoamérica a la llamada canción nueva o de protesta), cuya obra se basaba en la defensa de los derechos humanos, la injusticia social y en marcar los abusos por parte de los poderosos, lo que le valió una persecución política por parte del gobierno de Estados Unidos, particularmente del Comité de Asuntos Antiamericanos en 1951. Esto lo condenó a prisión y a muchos años de censura. En el caso de “Turn! Turn! Turn!”, fue escrita por Seeger en la década de los 50, inspirada (algunos dirán que es una copia) en el capítulo tres del Libro del Eclesiastés, cuya autoría está adjudicada al Rey Salomón. La canción fue creada como una proclama para la paz, y en realidad solo se atribuye a Seeger la frase original: “Hay tiempo para la paz, te juro que no es demasiado tarde”.

 

En 1964, The Byrds, que para entonces ya era una banda muy popular, estaba en camino a una presentación cuando la prometida del guitarrista y cantante Roger McGuinn le pidió que la cantara. Al momento de interpretarla, llegó a una variante más actualizada de la versión de Pete Seeger.

 

La Rickenbacker de 12 cuerdas de McGuinn jamás sonó tan increíble. El sencillo “Turn! Turn! Turn!” no solo alcanzó en 1965 el primer puesto en las listas de Estados Unidos, sino que se convirtió en un himno de paz y esperanza, sobre todo en el contexto de la infame guerra de Vietnam.

 

The Byrds es una de las grandes bandas de todos los tiempos. Su influencia es notoria aún hoy en día, con una discografía sólida y grandes canciones como “Turn! Turn! Turn! (To Everything There Is a Season)”, el día en que la Biblia sonó a folk rock.

EUSEXUA


 

Por Oscar Fernández Herrera

 

 

 

Definido como “una especie de estado de fluidez en el que uno puede perder la noción del tiempo”, FKA Twigs nos da tremenda bofetada con su último álbum de estudio; uno que los deleitará con sus intrépidos giros del techno al house con un toque de pop y drum and bass.

 

“EUSEXUA” es eufórico y catártico; con él, FKA Twigs demuestra su enorme talento para fluir en medio de una ráfaga de múltiples géneros y atarnos a esta prodigiosa experiencia sonora. Como es de esperarse, su tercer disco no es para oídos convencionales, pues se trata de un manifiesto cargadísimo de temas relacionados con la sensualidad, el dolor y la autoexploración que, aunque recurrentes en su discografía, aquí se presentan con una tensión más explícita e intensa.

 

La interacción entre la voz etérea de la artista británica y los sintetizadores, que oscilan entre lo etéreo y lo industrial, crea una atmósfera tensa y narcótica. Como resultado, FKA Twigs incrementa (aún más) su dominio único dentro de la música experimental, pero con una complejidad que puede dividir opiniones.

 

No hay duda de que sigue siendo una de las intérpretes más intrigantes y provocadoras de su generación. Un álbum que merece escucharse completito, si bien destacan “Room of Fools”, “Girl feels good”, “Keep it, hold it”, “Drums of Death” y “Sticky”.

                                                                                                  

Garth Hudson


 

Por Edgar Fernández Herrera

 

Hasta el 21 de enero de este año, Garth Hudson era el último sobreviviente de esa gran agrupación llamada simplemente “The Band”. El músico canadiense contaba con 87 años de edad.

 

Hudson era un músico de formación clásica y dominaba varios instrumentos, como el clavicordio embriagador y el pedal wah - wah en “Up on Cripple Creek”, el piano en “Rag Mama Rag” o el saxofón melancólico en la hermosa “It Makes No Difference”. Sin embargo, hay que destacar su trabajo como pianista habitual dentro del grupo y resaltar ese solo de órgano introductorio en la composición de Robbie Robertson “Chest Fever”, probablemente la mejor introducción en el rock.

 

Garth Hudson siempre estuvo desde los orígenes de la banda, cuando eran los acompañantes de Ronnie Hawkins, como The Hawks, luego como Levon and the Hawks. Posteriormente, Bob Dylan los contactó para que fueran su banda de acompañamiento durante sus históricas giras de 1965-66 (Helm se retiró a mitad de camino), cuando rompió con su pasado folk y logró algunas de sus interpretaciones más conmovedoras y tormentosas de la época, enfureciendo a algunos viejos admiradores, pero atrayendo a muchos nuevos. El grupo se renombró como The Band, en parte porque muchas personas alrededor de Dylan simplemente se referían a sus músicos de acompañamiento como “la banda”.

 

En 1967, Dylan sufrió un misterioso accidente en su motocicleta, lo que ocasionó que el músico de Minnesota se recluyera en Woodstock junto con The Band. De esas convivencias surgió el maravilloso debut “Music From Big Pink”, seguido de un segundo disco grandioso titulado “The Band”. Posteriormente, el grupo tocó en el festival de Woodstock y, sin olvidar su concierto/documental “The Last Waltz”, dirigido en 1977 por Martin Scorsese. Desgraciadamente, las pugnas internas, principalmente entre Robertson y Helm, provocaron la disolución de la agrupación.

 

Aunque participó en algunos proyectos y trató de tener una carrera musical que no tuvo gran impacto, esto lo llevó a declararse en bancarrota.

 

Robbie Robertson, el guitarrista y principal compositor de la banda, falleció en 2023 tras una larga enfermedad. El tecladista-baterista Richard Manuel se suicidó en 1986, el bajista Rick Danko murió mientras dormía en 1999, el baterista Levon Helm falleció de cáncer en 2012 y Garth Hudson murió en 2025. The Band fue incorporada al Salón de la Fama del Rock and Roll en 1994.

60 Años de Highway 61 Revisited

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